Al plantear que la desigualdad aparece como una característica estructural, compleja y multidimensional del capitalismo, es posible asociarla al “acceso diferencial a la propiedad y el control de bienes materiales y simbólicos que tienen importancia social, a procesos de apropiación-expropiación; supone por ello formas concretas de opresión y sometimiento” (Manzano, Novaro, Santillán y Woods, 2004). De este modo, y en sintonía con estas nociones, nos interesa analizar a las principales características que poseen las prácticas vinculadas con la educación que promueven diferentes organizaciones sociales. Y, en esta dirección, también nos proponemos reflexionar sobre cómo se articulan estos procesos sociales/educativos con aquellos problemas de índole general, pertenecientes al plano político, para preguntarnos, así, en qué medida albergan estas experiencias educativas posibilidades de igualación social.