Considerando al sistema ideológico y económico del capitalismo como plataforma de las sociedades latinoamericanas, es importante remarcar que la serie de sucesos que advienen luego de la instauración de los gobiernos militarizados en la región han marcado una nueva performatividad económica, política y cultural que ha reconstituido la esfera de lo simbólico.
Como consecuencia, los imaginarios a través de los cuales los actores (individuales y colectivos) comprenden y dan sentido a lo social se han reformulado drásticamente.
Esta es una nueva etapa de estructuración en el sistema que trasciende los esquemas de la modernidad; que aunque mantiene ciertos lazos de continuidad con ella, señala tanto un reordenamiento del tejido social como una transformación en el espacio intersticial de los vínculos cotidianos: en el plano de las instituciones por un lado (el Estado, el mercado, la familia, los medios de comunicación) y en los esquemas de configuración de la política y la cultura por otro (en las formas de ver y de sentir lo social, en la experiencia cotidiana y el encuentro con los otros).
El vuelco ha supuesto incluso una escisión en términos de clase, que en las bases sociales se ha visto marcada por distancias abruptas en los medios materiales de vida, por una disonante im-posibilidad de acceso a estilos de consumo publificados, por una práctica política desgranada, así como por una ínfima inserción en el mercado formal del trabajo y en la protección basada en los derechos de salud, vivienda y educación. Desde este punto de vista, hemos sido testigos de una ruptura con la etapa inmediatamente anterior del desarrollismo social y económico, en el que redundaba un proceso de movilidad ascendente, de creciente igualación en las oportunidades de vida y de gran dinamicidad en la esfera de lo público. En este nuevo orden de constitución es importante reflexionar acerca de los procesos de reconocimiento e identización de la otredad como una de las dimensiones en que se actualiza la mutación de las estructuras sociales. En este sentido, consideramos que un dispositivo tenue pero eficaz a través del cual se cristaliza la exclusión y la subalternidad en el neoliberalismo, esta dado por el marco ideológico que convalida y legitima la condición de los sujetos que son nominados como pobres. En esta dirección, desde una reflexión crítica y centrada en torno a la conceptualización que ofrece la teoría de los imaginarios, la siguiente comunicación propone explorar la emergencia de nuevos marcos de sentido sobre la pobreza que se articulan en una mirada sobre los sujetos como “otredad” diferencial. Considerado este eje, resulta relevante discurrir sobre dos aspectos complementarios: la constitución de sensaciones de miedo e inseguridad que adviene sobre las capas populares en tanto figuras victimarizadas, y el punto en que estos sentidos ideológicos y construcciones imaginarias sobre los pobres y la pobreza se tocan con acciones y prácticas institucionales específicas.