El fragmento de historia sobre el cual nos proponemos reflexionar consiste en un período de unos pocos años dentro del bloque histórico de los sesenta/setenta. Dicho bloque puede ser pensado –tal como propone Claudia Gilman, 2003: 31-39– como época, puesto que se caracterizó por la permanencia de un sistema de creencias compartido, la circulación y distribución específicas de discursos e intervenciones, y la constitución de parámetros de legitimación diferenciados. Pero, sobre todo, por la existencia de una misma problemática: “la valorización de la política y la experiencia revolucionaria” (38). Se trata del período al que en Europa y Estados Unidos habitualmente se hace referencia como “los sesenta”, que se extendería entre fines de los cincuenta y 1973/1976. Gilman, sin embargo, señala que el uso diferenciado en la nomenclatura es significativo, puesto que se debe a que “los años iniciales de la década del setenta fueron cruciales en el proceso de politización revolucionaria de América Latina y de repliegue de dicho proceso en el resto del mundo” (37). Por otra parte, esta “larga década del sesenta” se comporta de acuerdo a ritmos que definen períodos muy marcados en su interior. Nos proponemos analizar el desarrollo del campo teatral argentino en el período 1968-1974.