El tema que aquí quiero plantear es el cine, el genocidio y la memoria. Más concretamente el cine y la última dictadura, o más bien, cómo ve el cine la última dictadura, qué memoria construye. Si bien dentro del campo académico aún se debate si durante el último régimen de facto hubo o no un genocidio, si se puede aplicar este concepto a lo sucedido. Me valgo del sustento teórico de Daniel Feierstein (Feierstein 2007) para entender al genocidio como práctica social, es decir: la última dictadura desplegó una tecnología de poder cuyo objetivo radicó en la destrucción de ciertas relaciones sociales –solidarias, autónomas y heterodoxas, dirá Feierstein- por medio del aniquilamiento de una fracción relevante de dicha sociedad. A la vez esto implica pensar en el desarrollo de varias etapas: la primera de ellas la construcción de la otredad negativa; la última, regida por prácticas simbólicas: las luchas por la memoria o, junto con Ricoeur, los trabajos de la memoria. Trabajos en cuyo interior se posiciona el cine de manera integral.