Quienes transitamos la inconmensurable tarea de la enseñanza del derecho, conocemos la pasión por transmitir esa gran disciplina, asimismo existen colegas que se encuentran desanimados por no lograr el objetivo máximo del docente, que es captar la atención del alumno, pero dicha tarea se torna compleja, aunque no por ello menos grata, cuando el desafío se da en facultades, donde el derecho no es la principal disciplina a aprehender, o cuando forma parte de las denominadas materias no troncales; en nuestro caso al enseñar Derecho en una Facultad de Ciencias Económicas, convivimos desde hace varios años en la incertidumbre que los cambios en la economía traen aparejados, cambios en la forma de realizar negocios, desembarco de formas contractuales aún no legisladas y que pueden adolecer de falta de seguridad jurídica, o casos donde lo legal colisiona con lo económico, además de integrar planteles docentes con quienes enseñan disciplinas llamadas dinámicas, y quienes mal consideran al Derecho, como una disciplina estática y poco permeable a los cambios. Sin lugar a dudas la última década trajo consigo un sinnúmero de reformas legislativas y adecuaciones a institutos que si bien en la práctica ya eran conocidos y utilizados, aún no estaban incorporados al marco legislativo vigente.