La tasa de ganancia es una variable crítica en el análisis clásico de Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx. No obstante, este concepto ha desaparecido de la macroeconomía contemporánea (Glyn, 1997) 2. Tal omisión no deja de constituir un hecho asombroso porque en la teoría ortodoxa de los precios, la maximización de las ganancias es el objetivo central de la firma capitalista. Pero, lo que constituye la preocupación excluyente en la microeconomía neoclásica desaparece por completo en la macroeconomía neoclásica, que analiza el funcionamiento del sistema a nivel agregado. Ningún economista de aquellas filas ha salido a explicar la razón de esta disociación. Ninguno se atrevería a afirmar, en forma abierta, que para describir los fenómenos económicos del mundo actual es mejor dejar de lado la tasa de ganancia. Su actitud es, más bien, no discutir esta cuestión y dar a entender que la economía debe ser analizada con instrumentos cuya naturaleza sea “técnica” y no “política”. En tal sentido, la tasa de ganancia sería un concepto redundante. Pero más allá de esta paradoja que envuelve a los economistas neoclásicos, en la vida real, cualquier capitalista –sea grande o pequeño- mide su éxito o su fracaso por los rendimientos que obtiene a partir del capital que haya colocado en su emprendimiento. Esto no significa que debamos rechazar las explicaciones que toman en cuenta otras variables tales como los precios, las expectativas o la tasa de interés. Simplemente, afirmamos que esas explicaciones omiten aspectos fundamentales del funcionamiento de la economía y que, por eso, constituyen un marco parcial e inapropiado para el análisis teórico. Por lo demás, las ganancias no son algo que preocupa en forma exclusiva a los hombres de negocios. También los analistas de las bolsas de valores calculan las utilidades de las empresas para prever la evolución de sus acciones. Otro tanto ocurre en los mercados de capitales, porque la rentabilidad de las firmas capitalistas es esencial para averiguar la capacidad de repago de los préstamos. Como se ve, el mundo de los negocios e, incluso, los libros de finanzas de la empresa se orientan por una brújula muy distinta de la que marca el derrotero de la macroeconomía neoclásica.