Cuando en 2006 el PIB superó en un 18% el nivel alcanzado en 1998, muchos analistas se vieron forzados a aceptar una realidad innegable: la fase de recuperación de la crisis estaba terminada y, por lo mismo, el vaticinado rebote debía considerarse más bien como un rebrote de la economía nacional. En otras palabras, el actual esquema ha probado su capacidad para impulsar un crecimiento a tasas imponentes y modificar sustancialmente en apenas unos años el panorama de devastación económica que dejó la crisis. Si bien los economistas no han alcanzado aun un acuerdo acerca de las causas de este despegue explosivo, que en rigor tomó por sorpresa a la profesión, ya comenzó a darse una nueva controversia, referida a la sustentabilidad del crecimiento. El debate se traslada así a un nuevo plano y se ubican en el centro de la escena los condicionantes de la inversión. Por así decir, la discusión se desplaza desde la esfera de la macroeconomía a la del crecimiento.