Esta ponencia busca reflexionar de un modo crítico y a nivel teórico sobre el modo en que se estructuran las prácticas vitales de hombres y mujeres en una sociedad capitalista patriarcal, en vistas de garantizar el sostenimiento de la vida, bajo los dictámenes de la división sexual del trabajo. Para ello, consideramos que dichas prácticas se tejen a través de una matriz de relaciones entre posiciones, psíquicas o sociales, que crea relaciones de necesidad entre las mismas, y sólo es viable en la medida en que sean ocupadas por distintos sujetos, femeninos o masculinos.
Así entendemos que el patriarcado, está sostenido sobre una doble dimensión: por un lado, la dimensión socio-económica que garantiza el sostenimiento de la vida en términos materiales; y, por el otro, la dimensión psíquica-emocional que se constituye en el mecanismo por excelencia de orientación del deseo, en respuesta a las exigencias estructurales (María Jesús Izquierdo).
Sin embargo, dichas posiciones no tienen realidad más allá de su sostenimiento a través de la performatividad (Judith Butler) de los sujetos, en el marco de una red de relaciones necesarias. Que dichas relaciones se sustenten a través de su práctica cotidiana, nos lleva entonces a interrogarnos sobre aquello que las vuelve tan precarias y a la vez tan consistentes.