El proceso creativo de Pájara reunió a varios artistas que trabajaron en la creación de un universo estético, dramatúrgico y poético de este “estar juntos”. La danza fue modificándose en relación al espacio y la música y vicesversas: creaciones solitarias modificaban los encuentros y cada encuentro daba origen a nuevos pensares y materiales solitarios hasta ir creando juntos un solo en compañía.
La música se compuso en base a loops y ecos de la sonoridad corporal junto con melodías en piano.
Durante el proceso las texturas, los sonidos, los colores y la materia fueron creando una dramaturgia de los estados, de los sentidos, de los ritmos, la materia y la forma.
La danza se creó desde el deseo de volar como una utopía, como un salirse del cuerpo, como una pérdida de peso, de materialidad, como un estar difuso, desprendido, perdido, frágil e infinitamente sensible.
Desde ese estado fue esbozándose una partitura generadora de momentos y lugares, de espacios suspendidos en el tiempo que se desvanecen luego de cada microencuentro.
La materialidad del espacio escénico devino de una búsqueda estética y dramatúrgica.