Como corolario de un extenso proceso de degradación social y económica durante la década de 1990, el norte salteño protagonizó uno de los ciclos de luchas y resistencias más importantes del país a lo largo de la segunda mitad de esa década. Frente a la autogestión de organizaciones de trabajadores en pos de detener el avasallamiento de bienes sociales, la respuesta del gobierno nacional y provincial de entonces fue la movilización de tropas y la construcción de representaciones que vinculaban a los manifestantes con el caos, la delincuencia y la "infiltración política", retomando en parte los discursos desplegados por los sectores dominantes hacia las décadas de 1960 y 1970. Así, el artículo pretende retomar las acciones materiales y simbólicas acontecidas proponiendo como eje principal a las protestas de noviembre de 2000, uno de los momentos más álgidos en los que se resumen las disputas por distintas formas de legitimidad de la organización política en la región.