Los primeros acercamientos que nos llevaron a problematizar la producción social del cuerpo, partieron de un interés en mi práctica docente en una escuela secundaria de gestión privada católica, cuyos jóvenes y familias gozan de un capital económico que les permite costear un colegio privado sin subvención estatal, con cierta tradición, ubicado en la localidad de Bella Vista, partido de San Miguel, en el Gran Buenos Aires. A lo largo de los años observaba la persistencia de una similitud entre los cuerpos de padres e hijos, madres e hijas. En el caso de los jóvenes cuerpos formados, trabajados, y modos de moverse compartidos. En el caso de las jóvenes, cuerpos turgentes, tensionados, andar firme, largas y cuidadas cabelleras, compartido por madres e hijas. Fue esa primera intuición la que nos condujo a indagar sistemáticamente sobre esta categoría y sus posibles articulaciones, interrelaciones, oposiciones, etc. [Extracto a modo de resumen]