Evitando concebir al Estado como mero instrumento de dominación de una sola clase o fracción, y aún entendiendo que en el interior del mismo se expresan contradicciones relativas a las distintas fracciones de clase que en él conviven (Poulantzas, 1979), podemos afirmar que el rumbo que elige tomar un gobierno guarda estrecha relación con las presiones de los actores económicos más poderosos. Esta influencia se hace más clara en los momentos en que se problematiza la estructura económica de un país (cuando el sistema vigente entra en crisis). Es en esos momentos donde las fracciones dominantes despliegan y utilizan diversos recursos de poder: económicos, políticos e ideológicos. Con respecto a estos últimos es importante señalar que en toda crisis se manifiesta una disputa más o menos ostensible por los “sentidos” de la misma. En otras palabras, se verifica una pugna (en lo ideológico) entre las distintas fracciones dominantes, sobre por qué se da la crisis, lo cual es relevante en tanto según el diagnóstico que triunfe se encauzará la salida de la crisis en determinado sentido y no en otro.