La enseñanza es el objeto de estudio de la Didáctica, es la actividad central de la docencia que pone en juego un proceso de mediaciones orientado a imprimir algún tipo de racionalidad a las prácticas que se generan al interior del aula. Este proceso no se da sino con cierto grado de complejidad en la medida en que en él confluyen cuestiones de diversa índole: históricas, epistemológicas, psicológicas, socio-antropológicas, lingüísticas, éticas y políticas. En este sentido las prácticas de la enseñanza son polisémicas, cambiantes, situadas; nunca unívocas. Por lo tanto, su comprensión implica una indagación acerca de su naturaleza, sus condicionantes, así como también sus posibilidades y límites, asumiendo la complejidad que las caracteriza.
Ahora bien, “la posibilidad de provocar potentes y perdurables aprendizajes en los estudiantes” (Kap, 2015, p. 1) nos conduce a la necesidad de pensar y repensar nuestras prácticas de la enseñanza desde una perspectiva crítica respecto de la agenda clásica de la Didáctica para centrarnos en la búsqueda de una nueva agenda en este campo (Litwin, 1997, p.91). En el presente trabajo, narraremos una experiencia didáctica llevada a cabo en la Universidad Nacional de Salta, Facultad de Humanidades, en la carrera de Profesorado en Filosofía, específicamente en la materia Didáctica Especial, observación y prácticas de la enseñanza en Filosofía1 en ocasión de última evaluación parcial.