Quisiera traer dos experiencias editoriales que, en la Argentina de la década de 1960 y comienzos de los años '70, se preocuparon por inventar experiencias militantes que, así como incluían apuestas de tipo social, orientadas a transformaciones en lo económico, político y cultural, consideraban que no había cambio efectivo y emancipador en la medida en que dicho cambio no fuera el fruto de construcciones colectivas. Construir colectivamente no era una condición dada, sino un proceso de aprendizaje, un camino de apropiaciones y despojos. Emanciparse era, también, transformarse juntos.
En medio de esas transformaciones deseadas, la cuestión de la comunidad, la pregunta por cómo estar y vivir juntos, recibió algunas declinaciones que quisiera explorar en este artículo, en tensión con algunas formas de pensar lo comunitario que han tenido lugar en la reciente teoría sociológica, en particular los análisis de Zygmunt Bauman y de Pablo De Marinis, Gabriela Vargas Cetina y Michel Maffesoli alrededor de las nuevas formas de asociación.
Vistas en el calendario, las relaciones de magnitud entre Eco Contemporáneo (EC) y Contracultura (CC) son un puro desbalance: mientras la primera comenzó a editarse en 1961 y finalizó en 1969 (publicando un total de 13 números), la segunda salió en dos épocas: la primera, de cuatro números, en 1970; la segunda, de cinco, en 19711 . Agreguemos que, en idéntico formato, mientras Eco llegó a números de 128 páginas con tapas a varios colores, Contracultura no superó las 40 páginas, con tapa e interior en estricto blanco y negro. El diseño -tipografía, imágenes, formato de los textos- también estableció distancias entre una y otra. Estas diferencias materiales no impiden percibir, como intentaré mostrar, que las revistas compartieron ciertos rasgos que permiten leerlas como conjunto.