¿Qué habrá de constituir o está constituyendo el país que somos? ¿Inexorablemente una lógica de exclusión? ¿Exclusión de qué que nos abruma hasta volverlo amnesia de lo vivido? ¿Qué llagas del origen pronuncian el olvido para sobrellevar las violencias y las opacidades lacerantes que nombran lo que somos? La ferocidad de la batalla con la que se intenta la institución de un presente que, valiéndose de las incertidumbres angustiantes que estas y otras preguntas semejantes hacen estallar como miles de cristales rasgando el cuerpo y la conciencia, exhibe —con apenas velado disimulo— la pretensión de tornarlo absoluto. Fábrica de un hoy cristalizado. Un debate que nos exige retornar a las hermenéuticas, manifiestas y ocultas, del pasado reciente, tanto como a sus usos políticos y a las tensiones en conflicto. Nuestra pretensión declarada es atisbar chispas de otra cosa; quizá, contribuir a una reconstrucción, a correr el velo de lo que hemos reprimido, de lo que hemos desplazado, conscientemente y no, hasta tornarlo invisible.