Desde mediados de la década del ‘70 se desarrollaron en Argentina profundas transformaciones en el régimen social de acumulación que redefinieron tanto a los actores como a los ejes de integración de nuestra sociedad. Uno de dichos ejes es el trabajo, en cuyas profundas metamorfosis, desde los orígenes de la modernidad hasta la actual descomposición de los regímenes de Estados de bienestar, se expresaron las principales fases tanto del modo de producción capitalista -a escala mundial- como de sus configuraciones nacionales en los diversos regímenes sociales de acumulación. Desde sus surgimientos, las políticas sociales ocupan un rol central en dicho proceso de (re)definición, ya que operan específicamente en el proceso de reproducción de la fuerza de trabajo. Por ende, constituyen un campo privilegiado de disputa, acumulación y ejercicio del monopolio de la violencia simbólica del Estado, desde y alrededor del cual se definen los agentes, sus categorías de percepción y clasificación que (re)producen los diversos campos del espacio social (Bourdieu, 1990; 1997). Es por eso que las transformaciones de las últimas décadas en el régimen social de acumulación de nuestro país se encuentran dialécticamente vinculadas a profundas reestructuraciones en los arreglos institucionales y las prácticas de los actores vinculados a dicho campo.