La sociedad se constituye en un permanente choque de fuerzas antagónicas que en su devenir de luchas institucionalizan las “victorias” de las partes. Los códigos, las leyes, los valores culturales hablan de una victoria y de una derrota, que se dieron en un proceso histórico dinámico, en donde el poder y las estrategias de cada una de las parcialidades se desnudaron para combatir. Los procesos de crisis históricas se cierran con triunfos que poseen sus “héroes de batalla” los cuales institucionalizan sus valores, normas de conducta y máximas de un tipo cultural inherentes a su reproducción y cristalizan, mediante prácticas de dominación su relación de poder con respecto a la otra u otras clases. La “sangre seca” está contenida en las normas, es su trasfondo, su tinta, es lo que habla de lo que en “realidad” es y de su posibilidad de emergencia.