La relación entre constructivismo y enseñanza ha adquirido sentidos diversos a lo largo de los años. Muchas veces ha circulado como rótulo simplista para calificar a los docentes como “buenos” o “malos” enseñantes (“maestros constructivistas” versus “maestros conductistas”); ha sido invocado como fundamento erróneo para asignar al docente un lugar secundario en las propuestas del aula, en espera de un niño que “construye” solo, interactuando con el objeto de enseñanza; ha dado fundamento a diversas interpretaciones aplicacionistas de la didáctica en las que –tal como se ha discutido en diversos trabajos– las situaciones experimentales de investigación se han constituido en actividades para el aula y los procesos cognitivos en contenidos de enseñanza y pautas de evaluación (Brun, 1980; Coll, 1983; Ferreiro, 1985; Lerner, 1996). En esta exposición atribuimos otro sentido al “constructivismo en el aula”.