En cierta tradición anglosajona, que les dio origen, los estudios regionales (area studies o estudios de área) correspondieron fuertemente a una vocación colonialista y semicolonialista, en un marco preferentemente geopolítico y cultural. Aunque esta intención política prevalecía, fue haciéndose necesario enriquecer estas perspectivas con enfoques aportados por otras disciplinas, como la economía, la demografía o la antropología. Así, los estudios regionales constituían un campo de estudio paralelo a las grandes disciplinas políticas y sociales prevalecientes, como la sociología, la economía y la ciencia política. Esta situación se vio alterada cuando las Relaciones Internacionales, como disciplina, empezaron a abandonar las visiones centrales, igualmente anglosajonas y dominantes, y ampliaron su base teórica y metodológica, y con ella su campo de conocimiento. Esa apertura dio lugar a una nueva forma de abordaje del estudio de las regiones internacionales. Esto implicó nuevos retos metodológicos que requiere visiones interdisciplinarias y transversales. En el caso mexicano esta transición ha sido paulatina y ha aprovechado la experiencia latinoamericanista, que tiene su propia originalidad y un desarrollo multidisciplinario de muy larga y fuerte tradición, anclada en lo filosófico inclusive. De este modo se plantean los retos metodológicos para el estudio de las regiones internacionales a futuro.