En los estudios étnicos se ha posicionado el concepto de identidad comunitaria de manera importante, profundizando los rasgos socio-culturales que conforman al grupo y lo posicionan en relación a los otros (Barth 1976, Pouitignat y Streiff 1977, Bari 2002, Bartolomé 2004 y Chávez 2014). En esta postura se reconoce al ente comunitario y con ello se muestran diferentes aportes en la conformación holística (social, cultural, histórica, política y religiosa) de los grupos étnicos, sobre todo recuperando los planos intra e interétnicos.
Sin embargo, los sujetos, parte constitutiva de estos pueblos, parecen desdibujarse ante la fuerza del ente comunitario. Y cuando se advierten procesos migratorios (sea cual fuese el motivo del desplazamiento), en la diáspora el interés entre los estudiosos suele ser de nueva cuenta el grupo étnico, reconociendo en el des-tierro-reterritorialidad la reconfiguración comunitaria (cfr. Chávez, 2014). Con esto los sujetos otra vez son soslayados. En contraparte, encontramos investigaciones que desde la narrativa del sujeto muestran desde la constitución del individuo, a partir del micro relato, el mundo o mundos de la vida (Schutz y Luckmann, 2009) que lo conforman (Franco 2009, Czarny 2012, Sánchez y Hernández 2012, Gracidas 2013, Pérez y Cuevas 2015).