Embarcarse en la tarea de reconstrucción del campo surcado por la investigación (auto)biográfica y narrativa -sin pretensión de exhaustividad y conscientes del territorio imperfecto, disperso y heterogéneo que abordamos implica desandar el proceso a través del cual las perspectivas de investigación cualitativa e interpretativa han llegado a adquirir legitimidad y validez en la construcción de conocimiento. Frente al declive de los grandes paradigmas (Passeggi, 2011)-estructuralismo, marxismo, behaviorismo-, el desengaño ante las explicaciones de la subjetividad por referentes extraterritoriales, sociológicos y/o histórico y la pérdida de fe en los metarrelatos modernos (Bolivar, 2002), el lenguaje como práctica social, la mirada centrada en la cotidianeidad, las experiencias y vivencias junto a los significados y sentidos que los sujetos le otorgan (Denzin y Lincoln, 2011), se muestran como puntos nodales del viraje epistemológico que tuvo lugar hacia finales de la década del ’60 y principios de los ’70.