En el tránsito de la modernidad a la posmodernidad los países viven un proceso llamado globalización neoliberal que ha venido impactando (desde distintos ángulos) la configuración de los Estados Nacionales Modernos de gran parte del mundo, incluyendo los que conforman América Latina, ya que en ella, en la actualidad los procesos globalizadores ya no se limitan sólo a los intercambios económicos, sino que, también, traen consigo el agravamiento de las desigualdades, la intensificación de la pobreza, la exclusión y la urbanización desordenada que la acompañan y que rompe con las solidaridades tradicionales, aislando y marginando a grupos e individuos. De alguna manera imponen una forma de entender la vida propiciando procesos de ruptura del vínculo social y de crisis de identidades. En este sentido se han debilitado las posibilidades de construir un horizonte de futuro compartido entre los individuos que integran la sociedad, especialmente entre grupos vulnerables.