La investigación social en un país como el nuestro, Colombia, no es tarea fácil, teniendo en cuenta que la nueva política pública que se está discutiendo no es para nada acuciosa con las Ciencias Sociales. La investigación social la conciben tras bambalinas como “hacer poesía” y con ello la percepción epistemológica de la investigación cualitativa, para algunos, no tiene valor agregado; sin embargo pese al entramado de ese panorama seguimos en la ardua tarea de investigar porque cada día las comunidades y en especial las rurales nos invitan a seguir creyendo en las posibilidades entrañables de gestar cambio social a través de la academia. Las comunidades campesinas con quienes trabajamos desde hace cuatro años nos han enseñado en sus adentros que al estrechar lazos de conocimiento mutuo se aporta al desarrollo no solo de una región sino de un país que de cierta forma ha olvidado a sus campesinos, pese a la inversión social que el Estado ha destinado para el campo aún sigue siendo esto insuficiente para las múltiples problemáticas que las zonas rurales enfrentan desde hace más de 50 años de conflicto armado interno.