Los fenómenos migratorios han alcanzado en los últimos años notoriedad mediática e interés científico en América Latina y el Caribe, región donde se observa un fuerte incremento de la migración hacia Estados Unidos, una creciente diversificación y modificación en los flujos de la migración irregular, un endurecimiento de las políticas de control fronterizo por parte de los países que funcionan como lugares de tránsito y de destino, entre otras tendencias (Organización Internacional para las Migraciones, 2018). Como enseñan estas y otras evidencias, la migración es un fenómeno complejo que incluye aspectos geopolíticos, económicos, de bienestar, de salud física y psicológica, de adaptación familiar, lingüística y sociocultural. Dentro del amplio espectro de la movilidad humana, la migración internacional puede ser definida como el movimiento de personas que dejan su país de origen o residencia habitual para establecerse permanente o temporalmente en otro país (International Organization for Migration, 2004). Esto incluye cambios, permanencias y negociaciones culturales e identitarias, así como también el desarrollo y mantenimiento de relaciones que trascienden las fronteras convencionales entre estados nacionales y conectan a los migrantes con múltiples marcos de referencia (Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992).