A punto de cumplirse dos décadas de la aparición de Orden y virtud. El discurso republicano en el régimen rosista, estudio de Jorge Myers dedicado al discurso público del rosismo en manos de sus más consecuentes publicistas, la literatura argentina precisaba de un libro como el de Rosalía Baltar, Letrados en tiempos de Rosas, que volviera a hurgar en un período demasiado cristalizado, incluso cómodamente preconcebido. Sobre todo porque cuando se habla de rosismo o de época rosista se suele reincidir en un pasmoso contrasentido: olvidarse de que esa época coincide casi de manera estricta con la emergencia y consolidación de las ideas románticas en la región y que, por ende, los escritores adictos a Rosas no podían dejar de estar empapados con ese clima de época (Luis Pérez, el popular gacetero rosista, comenzó a publicar sus papeles en el mismo momento en que Esteban Echeverría daba a conocer sus primeros poemas en la prensa bonaerense).
De allí que Letrados en tiempos de Rosas resulte un título a la vez amplio y acertado, pues no deja de atender a esa coincidencia recuperando, a la vez, las experiencias de quienes se afincaron en estas tierras con el acopio de saberes importados, aquellos letrados emigrados de la Italia revolucionada que comenzaron a llegar durante el período rivadaviano. He allí uno de los méritos del libro de Baltar: la recuperación, mediante una lectura minuciosa y cuidada, de una perspectiva que en la literatura argentina ha sido en general subestimada, la de los emigrados europeos –en este caso, italianos– contratados por el gobierno criollo para servir a los intereses de la nueva república. Es desde esa perspectiva, que Baltar recupera a través del epistolario del ingeniero italiano Carlo Zucchi, que pueden repensarse las figuraciones del letrado en la Buenos Aires rosista, procurando un mapa más complejo no sólo de sus funciones sino también de sus particulares inserciones durante el rosismo.