A partir del proceso de suburbanización de la RMBA durante los 90, el espacio residencial materializado por "urbanizaciones cerradas" (UC) habría cobrado un papel inusitado en la organización territorial. El sesgo de tal proceso coincide con particulares migraciones de parte de población del área central, cuyos rasgos culturales y alto poder adquisitivo, predisponen al consumo de espacio residencial segregado de alto estándar, en contacto con la naturaleza, con equipamiento, servicios y seguridad privados. La expansión de esta oferta residencial hacia sectores medios, ha profundizado al menos latentemente, este proceso. Además de baja densidad de uso del suelo y carácter disperso, las UC adoptan dos patrones de distribución territorial: agrupación en "archipiélagos" de emprendimientos de pequeña y mediana escala o bajo la forma de "islas" disociadas de gran magnitud. Considerablemente vinculados a la traza de las autopistas, se cualifican no sólo los predios desarrollados (con UC, parques industriales, centros de consumo y empresariales) sino también los intersticios potencialmente urbanizables, produciéndose nuevo suelo urbano mediante la "valorización del espacio" a través de operaciones de especulación del suelo, en las cuales el capital fundiario (local y global) se realizaría en su más alta expresión, tomando provecho de marcos normativos endebles y políticas de "marketing urbano", con consecuencias socioterritoriales y ambientales insospechadas. El análisis de las UC en Pilar y Tigre ejemplificará configuraciones territoriales que replantearían la estructura de sub-centros metropolitanos.