Durante la última década el Uruguay ha emprendido un proceso de reestructuración económica que en el actual paradigma tecnológico-productivo nos es presentado como inevitable. Si analizamos la distribución espacial de las intervenciones en el territorio para un "país de servicios", vemos que estas refuerzan la desigualdad regional existente, pues la búsqueda de territorios "fértiles" para los capitales internacionales conduce al área metropolitana y a los polos turísticos y fronterizos. Por el contrario aparecen áreas con inercias importantes como el centro y el noreste del país. En este contexto la forestación aparece como una actividad singular: por un lado, porque es una excepción en la política neoliberal no intervencionista del Estado, y por otro porque su distribución espacial promete romper esas inercias.