Al observar los impactos producidos por la intervención humana en las ciudades, es necesario concentrarse en sus efectos medioambientales. Cuando un espacio es ocupado de manera ordenada y atendiendo al funcionamiento dinámico del medio natural, las reacciones de éste nson moderadas y apenas dan alguna señal de existencia. Por el contrario, cuando se altera un paisaje urbano de manera intensa, la vulnerabilidad de la población se incrementa, porque el medio opone resistencia a las modificaciones, incrementando el riesgo. Esta vulnerabilidad puede entonces ser entendida como un estado comprobable de ciertos grupos sociales, que obedece a la acumulación de factores socio-económicos, ambientales, habitacionales, nutricionales, sanitarios e inclusive, psicosociales. Esa "sumatoria de elementos conduce a la sociedad o parte de ella, a un estado de debilidad social o ambiental, de incapacidad de absorber, amortiguar o mitigar cualquier evento que salga de los carriles normales", como lo planteara Codes de Palomo (1993). Generalmente, las medidas se toman a continuación de un evento, como paliativo ante el desastre. Resulta prioritario mejorar la información permanente sobre las situaciones riesgosas, estableciendo medidas preventivas y de acción futura fuertes mientras la experiencia vivencial permanece latente y pueden modificarse comportamientos. Si hay distanciamiento temporal entre eventos, dicha conciencia disminuye y se pierden esfuerzos de prevención importantes. La disminución de riesgos para la población urbana exige una perspectiva más global que tienda a optimizar el ambiente urbano, para construir una ciudad a la medida del hombre.