La economía argentina, como integrante del lote latinoamericano, sufrió una década del ochenta particularmente regresiva, correspondiéndole las generales de la ley (por aquello que los cepalinos definieron como "la década perdida"), y tal vez aún algo más. Especialmente dramático fue el segundo lustro y, sobre todo, el final de aquella década. La llamada crisis de la deuda, manifestada como una profunda crisis fiscal, confirió, así, al final del primer turno democrático, tras la dictadura militar de 1976-1983, las características de período apocalíptico, de verdadero final de época. Por entonces, la aguda crisis económica, expresada por un espantoso fenómeno inflacionario, con sus secuelas recesivas, se transformó en la causa motriz de la crisis política de la administración alfonsinista (1983-1989). El acceso anticipado al gobierno de la administración Menem (1989-1999) encontró a ésta, a no dudar, aunque parezca poco creíble, con un activo valioso: la insondable hondura dramática de lo precedente había generado en la población una actitud de disciplinamiento (consenso social), condición ésta necesaria, determinante, para la aplicación de un plan de estabilización acorde con las circunstancias. La fijación del tipo de cambio y la apertura de la economía fueron los pilares del shock antiinflacionario, que propendía también a devolver existencia al signo monetario local, virtualmente desaparecido en la hoguera hiperinflacionaria. Este plan de estabilización, que devolvió la estabilidad de precios, ha resultado un verdadero "chaleco de fuerza", a través del cual la economía argentina parece haber resuelto algunos de sus problemas (inflación, estancamiento), pero también deja entrever la no solución de otros (recreación del endeudamiento externo y competitividad del sector externo) y la aparición de nuevos, como es el caso del salto cualitativo de la desocupación. El discurso oficial, al igual que en la segunda mitad de los años setenta (durante la experiencia económica de José A. Martínez de Hoz, 1976-1981), ha girado alrededor de la falta de competitividad de las exportaciones argentinas y de la necesidad, por ende, de una apertura modeladora de una nueva estructura hipotéticamente competitiva.