Hoy en día nuestro país, y por ende la región bahiense, están comprometidos en un propósito de integración. Es decir, se anhela crear un mercado ampliado que dinamice sus capacidades productivas y de ese modo formar parte de esta nueva economía mundial globalizada. Este proceso, a la vez que revela riesgos, pone también a consideración el marco para movilizar la aptitud productiva propia del lugar. El objeto de la economía, la escasez de recursos, queda localizado en el objeto de la geografía, el espacio geográfico, con lo cual se pone en evidencia la interdependencia disciplinaria entre geografía y economía. El dilema está referido a la inserción de esta región en el ámbito global. La hipótesis conjetura acerca del potencial productivo ubicado en un entorno que aporta al desarrollo, seguida del supuesto de que ese potencial es dinamizado por la infraestructura presente, en especial en lo referente a inversiones en transporte, comunicaciones y comercialización, como así también extensión de sistemas de generación y transmisión de energía, obras de dragado portuarias, nuevos tendidos y rehabilitación de redes ferroviarias y la promoción de diferentes frecuencias aéreas fundamentales para la evolución de los principales sectores económicos. Finalmente, la implementación de la Zona Franca Bahía Blanca-Coronel Rosales se presenta como uno de los pilares de desarrollo regional, destinado a hacer más eficiente el comercio internacional y a incrementar las exportaciones, una de las variables esenciales para la generación de nuevos empleos. Por otra parte, y a los efectos de viabilizar la modernización y reconversión productiva, se invierte en programas orientados a incorporar nuevas tecnologías, actividades de promoción y capacitación, ligado a innovaciones en productos no tradicionales. El objetivo de este trabajo es señalar los procesos económicos que contribuyen a la consolidación de Bahía Blanca como centro regional.