El antiepiléptico ideal, fármaco o procedimiento, debería ser capaz de curar la epilepsia o al menos suprimir las convulsiones, sin generar efectos adversos de ningún tipo.
Lamentablemente no existe hasta hoy ningún agente que logre controlar los distintos cuadros epilépticos. Los fármacos antiepilépticos (FAEs) pueden ordenarse en FAEs de primera generación (aquellos que surgieron antes de los años ´90, tales como fenobarbital, fenitoína, clonazepam, carbamazepina, ácido valproico) y de segunda generación (los que surgieron a partir de los años ´90, entre los que podemos nombrar a felbamato, gabapentina, lamotrigina, topiramato, tiagabina, vigabatrin, oxacarbamacepina, zonizamida, diazepam, levetirazetam). De acuerdo a datos clínicos reportados, no se ha observado una mejora significativa entre los FAEs de primera y segunda generación respecto a su eficacia o a los serios efectos adversos. Debe agregarse que los fármacos no han logrado reducir la refractariedad en pacientes, la cual involucra al 25-40% de los mismos.
Esta problemática ha movilizado nuestro interés en aportar nuevos compuestos, para lo cual nuestro grupo de trabajo abordó un estudio integrado donde se incluyeron las etapas de Diseño, Síntesis y Evaluación Biológica de nuevos anticonvulsivos. Definidas estas etapas, hemos estado trabajando en el desarrollo de compuestos que bloquean los canales de sodio voltaje operado, inhibiendo así la convulsión epiléptica. Para ello se uso una estrategia indirecta de diseño, basada en la construcción de un patrón farmacofórico. El mismo deriva de la comparación de 13 estructuras diferentes, usando por su actividad y rigidez estructural a Fenitoína y Carbamacepina.