Se podría decir que es audaz y aventurado conectar a Martin Heidegger y Walter Benjamin, cuyos pensamientos, no menos que sus vidas, a pesar de pertenecer a una misma generación de intelectuales alemanes, ofrecen perfiles tan disímiles y de tan agudos contrastes. La temprana grieta se declara explícitamente, por empezar, en la correspondencia del mismo Walter Benjamin, donde numerosos pasajes, que van de la franca reserva hasta la más cruda crítica, dan cuenta de una innegable distancia, que se expresa a lo largo del arco situado entre su temprana recepción de 1916, hasta finales de la década del 1930. La grieta se refuerza en el hecho de que Heidegger, por su parte, nunca menciona a Benjamin, salvo en una oportunidad (10 de agosto de 1967), en que Heidegger escribió a Hannah Arendt acerca de su ubicación de una cita de Mallarmé en un texto de Benjamin, que Arendt había reproducido en su exposición del 27 de julio anterior sobre Benjamin, en presencia de Heidegger. Ahondando esta separación,Theodor Adorno, quien fue albacea, amigo, ferviente lector, discípulo, crítico y editor póstumo de Benjamin, selló el abismo entre Heidegger y Benjamin como una cuestión de escuela, haciendo del mismo una piedra de toque de su propia recepción de Benjamin, colocada en la perspectiva de una crítica radical de Heidegger y de su tradición, lo que a su vez alejó, para la primera recepción de Benjamin, todo intento de juntar a estos pensadores, con la única excepción de Hannah Arendt.