En el siglo L d.C., cuando la civilización romana alcanza su mayor expansión y perfección y, por primera vez, desplaza y supera a la cultura griega, Roma se convierte en el centro de un inmenso imperio y asume el papel de conductora y unificadora de toda la cultura occidental. [...] Si bien numerosos escritores latinos de esta época celebraron su grandeza (por ej., Plinio el Viejo: Hist. Nat. XXVIl.3; Tácito: Hist. IV.74 y Plinio el Joven: Paneg. 32), otros prefirieron mostrar sus contradicciones y describir o censurar sus vicios y miserias como Petronio, Marcial y Juvenal.
[Extraído del texto a modo de resumen]