Dos son los objetivos que articulan el trabajo. Por un lado, avanzar en el examen de las diferentes concepciones que las corrientes obreras (anarquista y socialista) mantenían respecto del uso de la calle. El debate sobre las estrategias de intervención política y de transformación social que debían desarrollar los trabajadores abarcaba también esta cuestión y atravesaba, por lo tanto, no sólo el contenido sino igualmente las modalidades y los sentidos que cada grupo intentaba otorgarle al despliegue de sus respectivas fuerzas en el escenario de la ciudad. Por el otro lado, la ponencia se propone revisar el surgimiento de ciertas imágenes que suscitaba la manifestación pública de la protesta obrera, así como la traducción que las mismas tendían a encontrar en medidas y acciones concretas. Me refiero a la mutación que, como es sabido, condujo de la curiosidad y la simpatía con que en un principio eran contempladas las demostraciones obreras al recelo que rápidamente se adueñó de amplios sectores de la elite dirigente y de la sociedad porteña frente al agravamiento de los conflictos. Pero pretendo, asimismo, subrayar un aspecto que ha permanecido escasamente considerado. Se trata de la relevancia que alcanzó en determinada franja de la llamada “prensa burguesa” el discurso que de modo explícito y efusivo reivindicaba la legitimidad del derecho que poseían los trabajadores a reclamar, incluso por la fuerza, contra la indiferencia que prevalecía en las esferas gubernamentales respecto de los problemas que los afectaban y contra la violencia con que esas mismas autoridades intentaban aplacar las expresiones cada vez más frecuentes del “malestar obrero”.