La cita de Jünger pareciera constatar la consumación de un tránsito. Nosotros, antiguamente sujetos, antiguamente soberanos, estamos ahora “adscritos en lo más hondo” a la física y la metafísica del funcionamiento técnico o, para decirlo en la terminología de Heidegger, a la Ge-stell. Nos hemos vuelto, nosotros también, materia prima de una maquinaria que recubre y fagocita la totalidad de lo existente, funcionarios y lugartenientes de la técnica y al mismo tiempo recurso disponible de ese nuevo soberano.
Pero no se trata ya de la simple alienación, como si tras este qué al que hemos sido reducidos en la época de la técnica pudiéramos reencontrar el quién perdido. Ante todo porque este tránsito al qué es inexorable y no deja ya lugar a la posibilidad de ninguna des-alienación. No es posible, ni -como veremos- deseable revertir ese proceso. El qué y el quién coinciden. Este último se ha vuelto apenas una figura [Gestalt] delineada en aquél a la que Jünger llamará "trabajador". Dicha figura ya no constituye un sujeto en el sentido moderno, ni individual ni tampoco una clase, sino que se caracteriza por su "confianza en la materia": “La figura del trabajador no tiene su correspondencia en ninguna clase, en ningún estamento, en ninguna fe, a no ser en la fe en la materia, fe que, ciertamente, es más bien un saber o una segura confianza”.