“América no está tan exenta de tradiciones como se cree en general y, ciertamente, quien habla de su ausencia completa, no conoce a Córdoba. Pues, gracias a Dios, esta docta y santa ciudad las tiene, como también tiene sus casas e iglesias rancias y su sierra”. Esta afirmación de George Nicolai -hombre de ciencia alemán radicado en Córdoba en 1921- realizada en su Homenaje de despedida a la tradición de Córdoba docta y santa-un homenaje que es también una crítica- da cuenta de la fuerza de la tradición en los años inmediatamente posteriores a la Reforma universitaria de 1918. Casi sesenta años después, en la dictadura de 1976, aquella antigua tradición, fundamentalmente la vinculada a una visión religiosa del mundo, fue invocada por los militares que ocuparon el poder y por quienes legitimaron su accionar.
Mientras muchos de los integrantes de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), estudiantes, profesores y administrativos fueron excluidos de este espacio, otros protagonistas asumieron la tarea de conducir esta institución central en el desarrollo de Córdoba y del país. Entre esas tareas, una de ellas ocupó un lugar clave: nos referimos a la “formación de las almas”, entendida como un proceso donde distintos actores, en este caso los militares y la trama de relaciones que los rodeaban, pugnaron por imponer determinados valores o modificar los ya existentes. En este escenario, caracterizado como de guerra contra la “subversión”, las universidades, como productoras y difusoras de ideas, fueron actores centrales en esta batalla ideológica, política y cultural. En 1976, las tradiciones a las que aludía Nicolai cobraron sentido nuevamente a la luz de un presente en “proceso de reorganización”.