El conflicto del Atlántico Sur fue la única contienda bélica internacional protagonizada por Argentina en el siglo XX. La guerra entre las tropas inglesas y argentinas por las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur fue breve: se extendió desde el 2 de abril al 14 de junio de 1982. Anclada en una reivindicación histórica nacional – cuyos orígenes se remontan a 1833, cuando Gran Bretaña tomó las islas por la fuerza en un acto ilegal –, la guerra fue iniciada por la dictadura militar más sangrienta de la historia argentina, que se encontraba en el poder desde el 24 de marzo de 1976. En un contexto de fuerte crisis del régimen, luego de 6 años de gobierno y de secuestrar, torturar y asesinar a miles de ciudadanos argentinos, la Junta Militar pretendió, por el mismo golpe de mano, recuperar las islas – un viejo anhelo de la sociedad argentina – al tiempo que recuperaba el apoyo popular.
Por esos 74 días, las islas pasaron a dominio argentino. Por esos 74 días, también, el régimen gozó de una popularidad inusitada: los más diversos sectores sociales y políticos hicieron público su respaldo a la guerra, y despidieron con fervor a los soldados que viajaban a las islas. Y si bien ello no implicó un automático apoyo a la dictadura militar ni – en ocasiones – dejar en segundo plano otras reivindicaciones económicas y políticas (Guber, 2001: 25-63; Lorenz, 2006: 41- 67), lo cierto es que las movilizaciones y acciones respaldando la guerra y/o colaborando con los soldados en las islas dieron cierto respiro a la dictadura en su fuerte deslegitimación social. A partir de mediados de junio, cuando la rendición argentina fue inapelable y las tremendas irregularidades e improvisaciones que atravesaron al conflicto se hicieron públicas, la Junta Militar debió hacer frente a los costos de la derrota en el marco de un profundo cuestionamiento social. En ese contexto, regresaron los alrededor de 13.000 combatientes argentinos que lucharon en las islas, en las trincheras, el aire y el mar.