"La educación es diálogo", dijo Paulo Freire, frase que nos lleva a plantear la necesidad de "dialogar desde el error". Proponemos una aproximación socio-histórica a este concepto. Partimos de reconocer que "la diversidad es la norma" (Martín Rojo 2003); frase allí referida a la existencia de "variedades" y "varia- ciones". Sin embargo, a menudo, tanto el hablante como el especialista se ven interpelados por el conjunto social desde el concepto de error aplicado a esos mismos hechos. La palabra viene asociada desde antiguo a la connotación moral "culpa" (Cervantes). Esto subsiste en la actualidad (noticias sobre presidente Lugo, abril 2009). También a la inversa: el error lingüístico como causa de conductas sociales negativas (M. Blanco: 1990). Supondría que cometer errores implica percibir erróneamente un mundo o la imposibilidad de interactuar con un mundo "correcto". De ahí una marcada sensibilidad a la percepción del "error", que resulta muchas veces origen de prejuicios y estigmas hacia hablantes en particular o grupos culturales, y que conllevaría -en parte- la atribución de condiciones éticas negativas a la población de lenguaje "incorrecto" (a menudo inmigrantes y jóvenes, cf. artíc. Plastino, abril 2009). Ahora bien: desde hace varias décadas recuperan positivamente el "error" las teorías constructivistas (Camilloni, Castorina). Esto no se transfirió mayormente a las prácticas, lo que genera situaciones anacrónicas en los paradigmas epistemológicos en uso, al continuar poniendo el acento en la corrección lingüística -o una práctica entendida como tal- y, si bien es aceptada la pluralidad de lenguas, no así una de sus consecuencia: los fenómenos de contacto lingüístico, estigmatizados como errores.