Para el Virreinato del Río de la Plata, y específicamente para Buenos Aires, los años que marcan el paso del siglo XVIII al XIX, representan un período convulsionado, un punto de inflexión y de transformaciones en diversos ámbitos, particularmente en el político. Tanto por los acontecimientos internacionales: la crisis del régimen colonial, la invasión napoleónica en España, y el consecuente quiebre en la legitimidad del poder regio, (marco de la revolución); como por los cambios internos que produce en Buenos Aires el ascenso de la elite criolla, intelectual y comerciante al poder. Siendo ésta una burguesía identificada con la filosofía liberal europea que intentará organizar un nuevo orden político.
El debate intelectual, que terminó por llevar a la elite porteña a buscar su representación en el gobierno peninsular y luego a permitirse la reasunción de la soberanía así como la justificación ideológica de la revolución, implicó un elevado ideal de cultura (política y ciudadana) que se manifiesta desde los primeros momentos en el gobierno criollo y se evidencia en las medidas asumidas por el mismo para extender sus principios a la población en general.
Parto del supuesto de que este nuevo orden político necesitaba generar y ganar legitimidad, esto implicaba instaurar un nuevo tipo de sociabilidad y un imaginario moderno, modificar la cultura y la identidad política de la población. Esto con el objetivo y por la necesidad de incorporar a su causa al mayor porcentaje posible de la sociedad, la cual no compartía la ideología “moderna” ni los conceptos que sostenían al proceso: soberanía popular, ciudadanía, prácticas electorales y representatividad política. En base a dicho objetivo, analizaré aquí algunas de las medidas tomadas por el gobierno revolucionario en relación a la vida cultural y específicamente a la educación de la población para transformar sus bases.