Si bien las feministas no fueron las primeras ni las únicas en efectuar un análisis crítico sobre la ciencia, sí fueron pioneras en incluir la perspectiva de género en sus trabajos epistemológicos a partir de la década del 70, denunciando los productos (contenidos y teorías científicas) y procesos científicos (prácticas, composición y exigencias de pertenencia y méritos en las comunidades científicas) como sexistas y androcéntricos. De esta manera quedaron inaugurados los estudios de ciencia y género, conocidos bajo el nombre de “epistemología feminista”, que constituyen un heterogéneo conjunto de trabajos que plantean una diversidad de posturas, tanto sobre epistemología como feminismo. Una de las líneas de investigación dentro de estos estudios es el análisis de sesgos de género, que supone señalar el modo en que preconcepciones acerca de lo masculino y femenino guían las distintas etapas de la investigación: la selección y definición de problemas, el diseño de la investigación, la recogida e interpretación de datos, la elaboración de modelos explicativos, etc. (González García y Pérez Sedeño, 2002). La presencia de este tipo de sesgos en una teoría científica está indicando que se encuentra permeada y fuertemente condicionada por los valores y asunciones dominantes acerca del ser hombre y ser-mujer en la sociedad occidental, y que por ende, no es objetiva ni neutral a nivel valorativo como es esperable de un producto científico.
Es en el marco de esta propuesta que se inscribe el presente trabajo, que busca dar cuenta en particular de la presencia de sesgos de género en la tesis biotipológica sobre la naturaleza femenina del médico eugenista Nicola Pende, analizando el modo en que los presupuestos sobre el ser-mujer y los fundamentos pretendidamente científicos utilizados para justificar sus roles y funciones en la sociedad, se encuentran permeados por los valores, prejuicios y asunciones dominantes asociados al estereotipo tradicional femenino.