La modernidad inaugura a través de las representaciones y discursos una función de representación de la persona que nos permite ver a su vez una proyección de las ideas de mundo que recaen en él y que de él se proyectan. A partir de la representación pictórica de este signo, encontramos también la posibilidad de abrir nuevas lecturas sobre las miradas contemporáneas que los primeros modernos tenían de sí mismos, de sus cuerpos y, lo más pertinente en nuestro caso, de sus prácticas sexuales. Nuestro enfoque caracteriza la imagen de la prostituta como pornográfica (• • • • • • • • • • í• porne "prostituta", grafía, "descripción") y analiza la relación dialéctica con la sociedad que la consume, revelando en su existencia, la contradicción de un proyecto ético y político burgués.