Los procesos de independencia política de principios del siglo XIX han sido tradicionalmente un tema de gran importancia en la enseñanza de la historia. A través de estos contenidos se transmitían valores clave para la formación de los ciudadanos de las repúblicas americanas creadas poco tiempo antes, en las que al paso de la organización de los estados se iban conformando los principios ideológicos de lo que se entendía por su nacionalidad. En nuestro país, inmediatamente después de a la configuración de la Historia como disciplina científica se definió también la historia escolar. Así fue como la escuela centró buena parte de sus enseñanzas sobre el pasado en la epopeya independentista y en el papel ejemplarizador de los héroes y acompañó a ese nuevo catecismo con los rituales patrióticos que completaban su sentido. La transmisión de estos valores cumplió un papel fundamental en la cohesión de una sociedad que se complejizaba con la inmigración de fines del siglo XIX y principios del XX, al actuar eficazmente “argentinizando” a los hijos de los inmigrantes. Algo parecido ocurrió en toda Latinoamérica en lo referido a la importancia que se le otorgó a estos contenidos y a las características que tuvo su transmisión en las aulas.
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