Vinegar Tom (1976) de la dramaturga británica postmodernista Caryl Churchill está impregnada de una ideología abiertamente feminista. Esta obra, de marcado tinte trágico-cómico, se desarrolla en la Inglaterra del siglo XVII, en plena época de la cacería de brujas. No obstante, la autora nos confiesa que su intención no era tanto reflejar una época sino más bien una idea: la opresión que experimentan las mujeres cuando se niegan a conformar con el estereotipo imperante en la sociedad.
La obra está interrumpida por siete canciones. La función de las mismas es retrotraernos al mundo contemporáneo y hacernos reflexionar sobre la “cacería de brujas” en el mundo actual. Siete veces, personajes vestidos con ropas de nuestra época interrumpen el desarrollo de la acción para entonar canciones. Argumenta Lisa Merrill que a pesar de que algunos críticos opinan que las canciones quiebran el ritmo de la obra “esta técnica estimula una respuesta racional y crítica de las situaciones presentadas” (Randall 81). En efecto, el mensaje feminista de la obra se concentra en las canciones y ellas configuran un componente necesario en el valor dramático de la misma.