Realismo y Grotesco son conceptos que, a priori, parecen excluirse mutuamente. Sin embargo, ambos aceptan en su interior una serie de gradaciones a partir de las cuales es posible conciliarlos en la propuesta estética de una obra determinada. Partiendo de una definición de ambos términos, en este trabajo me propongo analizar de qué manera la obra dramática de Bernard Shaw se sirve de la exageración grotesca con fines "realistas". De este modo, considero la comicidad de la obra de este dramaturgo como producto del grotesco que emana de la propia situación dramatizada, al ser puestos bajo un lente de aumento los preceptos de conducta más corrientes, haciendo visibles sus contradicciones y deficiencias.