El trabajo del escritor, que básicamente consiste en tomar palabras de un idioma y combinarlas para formar textos, comienza y termina bajo dos regímenes de propiedad opuestos. Antes de producirse la combinación, la propiedad privada no existe, porque el idioma es público; una vez combinadas las palabras, no solamente se ha creado un texto sino también una relación de propiedad. Entre esos dos campos, el del idioma y el de la obra, queda una zona íntermedia, la zona de las apropiaciones, donde las relaciones de propiedad son más sutiles, más cambiantes y más significativas.