Los espacios periurbanos aparecen como nodos claves para pensar las formas de diferenciación y desigualdad en las ciudades contemporáneas. Nombrados como periferia urbana, franja urbana, frontera campo-ciudad, territorio de borde, ciudad dispersa, ciudad difusa, -para mencionar solo algunos- se trata de espacios donde el uso heterogéneo del suelo y la multiplicidad de actores intervinientes son características sobresalientes. Estamos ante “territorios resbaladizos” (Barsky, 2005), de difícil aprehensión, zonas de transición donde se desarrollan actividades tanto rurales como urbanas (Feito, 2018), y donde hay una diversidad de grupos sociales que conviven en contigüidad espacial.
La propuesta es abordar las desigualdades socio-espaciales en el periurbano platense, entendiéndolo como un espacio privilegiado para pensar muchos de los conflictos sociales contemporáneos. El mismo ocupa más de un tercio de la superficie del municipio de La Plata, constituyéndose en un espacio dinámico, heterogéneo y de marcada fragilidad ambiental, que desde 1970 viene sufriendo un crecimiento acelerado del avance de la frontera urbana sobre tierras en condiciones de ser explotadas por la producción hortícola (Bozzano, 2000). La producción hortícola platense concentra un tercio de la producción provincial y es responsable de la provisión del 82% de hortalizas que se comercializan en el Mercado Central de Buenos Aires (Staviski, 2010). En los últimos años, se viene dando un proceso de transformación de la propia morfología del periurbano platense, a partir de la instalación tanto de comunidades cerradas para clases medias y altas, como de urbanizaciones impulsadas por sectores populares (Frediani, 2009). El suelo para uso residencial disputa el uso al suelo rural, con sus consecuentes conflictos sociales.