En los manifiestos de 1924 y de 1930 y, especialmente, en la Declaración del 27 de enero de 1925 -redactada íntegramente por Artaud- los protagonistas del movimiento surrealista anuncian claramente sus intenciones y con ellas, su programa:
"El Surrealismo no es una forma poética.
Es un grito del espíritu que se vuelve hacia sí mismo decidido
a pulverizar desesperadamente sus trabas.
¡Y con martillos verdaderos si fuera necesario!"
Así concluye esta carta abierta, declarando en la formulación de sus objetivos el carácter vital y no estrictamente literario de sus prácticas. Subrayo esta última expresión: el surrealismo es una práctica social y es una práctica literaria, pero no es ambas cosas por separado; el carácter insurreccional y revolucionario de su hacer compromete todas las esferas de la actividad humana en las que los protagonistas de este movimiento incursionan. Es, indudablemente, su escritura el lugar donde erigen los martillos para liberar al espíritu de sus trabas; pero esos martillos simbólicos se transforman, por su singular intensidad, en martillos verdaderos que atentan contra el orden establecido. Es precisamente Alejandra Pizarnik -lectora ferviente y traductora de Artaud- quien rescata este proyecto poétlco-vital en su escritura: "Hay una palabra que Artaud reitera a lo largo de sus escritos: eficacia. Ella se relaciona estrechamente con su necesidad de metafísica en actividad, y usada por Artaud quiere decir que el arte -o la cultura en general- ha de ser eficaz de la misma manera en qué nos es eficaz el aparato respiratorio..."