La historia humana siempre ha mostrado a los estratos sociales bajos tratando de imitar a los superiores. En la Poética, Aristóteles ya señalaba que "la tragedia es imitación de hombres mejores que nosotros" (Capítulo 15). La épica antigua y los cantares de gesta medievales exaltan las hazañas de los héroes, pertenecientes a la aristocracia gurrera que detenta el poder. En la baja Edad Media, los burgueses comienzan a imitar a los nobles, tanto en sus formas de esparcimiento (caza, torneos) como en los rasgos más notables surgidos del Código de Amor y la poesía de los trovadores (cortesía, liberalidad). Así, por ejemplo, un poeta italiano que escribe en los primeros años del siglo XIV, Folgore da San Gimignano, tiene colecciones de sonetos dedicados a los días de la semana y a los meses del año, en los que expone a un gentil grupo de amigos un programa de diversión. Para febrero propone ir a cazar ciervos y jabalíes, y en mayo, con la primavera, hacer un torneo y romper astas y lanzas. Seguramente este programa nunca llegó a realizarse, pero mientras trabajaban sin descanso y atesoraban, los burgueses se complacían en pensar en esta forma de vida que propiciaba la liberalidad y se burlaba de la avaricia.