Según cuenta Adler (1998, pp. 547-551), en 1960, Marguerite Duras solicitó a su casa de edición el estado de ventas de sus libros. Sus novelas no se vendían bien y la editorial no le daría nuevos anticipos. Quizás es por eso que cuando Peter Brook se lo propuso, aceptó adaptar y guionar Moderato cantabile, una tarea para la que sabía –gracias a su experiencia con Hiroshima mon amour– tenía facilidad. Pero Duras no hace nada a medias: reconstruyó la matriz de la novela, redujo los días en los que los protagonistas se encuentran, brindó identidad e historia a la mujer muerta: “Elle habitait derrière l’arsenal. Mariée de-puis dix ans. N’avait jamais fait parler d’elle” (Adler, 1998, pp. 548-549), y dio a Anne mayor espesura, convirtiéndola en una devoradora de hombres, poseedora de un secreto que desconoce y abandonada a su feminidad, una prefiguración de Lol V. Stein, con una mirada “avec ravissement” (Adler, 1998, p. 550). También eligió el escenario: Blaye, una ciudad de provincia por excelencia.