Un seguimiento a la historia y al desarrollo del término “revolución” enseña que la palabra no implica de manera inequívoca el advenimiento de un acontecimiento único o la irrupción de lo nuevo, sino que esta concepción deriva de su uso moderno. De acuerdo con Hannah Arendt en Sobre la revolución, la acepción moderna exige pensar la revolución asociada a un pathos de novedad, vinculado a una idea de libertad ajena a tiempos anteriores a la Revolución Francesa y las revoluciones americanas. Previamente, el concepto pertenecía al campo de la astronomía, y su tratamiento copernicano difiere en buena medida de los presupuestos que asume, para la modernidad, una revolución:
[revolución] designaba el movimiento regular, sometido a leyes y rotatorio de las estrellas, el cual, desde que se sabía que escapaba a la influencia del hombre y era, por tanto, irresistible, no se caracterizaba ciertamente ni por la novedad ni por la violencia. Por el contrario, la palabra indica claramente un movimiento recurrente y cíclico (Arendt, 1988, p. 43).